Últimamente muchos de nuestros proyectos se acercan cada vez más a algo que hace tiempo que, para entendernos, llamamos arte íntimo. Curvas procesuales de mínimo impacto visual y de intensa actividad imaginaria. Se diría que la obra tiene lugar en el flujo emocional que la impregna y que, finalmente, consigue adherirse a algún objeto. A menudo tan efímero como un recitado o como una fotografía impresa sobre papel ecológico y abandonada luego en el pinar de la Albufera. Estación Termini. Obra cuyo sentido se solapa con el sentido de la vida: tiempo y disolución. El arte íntimo es minúsculo, casi invisible, dulcemente fungible y manipulable, extremadamente sensible a la huella de los elementos. Se parece a la mayor parte de la humanidad.

En diciembre de 2011 nos unimos a los actos programados por la artista conceptual Tania Bruguera, fundadora de un movimiento sociopolítico auspiciado por Creative Time y el Museo de Arte de Queens y llamado Movimiento Inmigrante Internacional. Ideamos un par de DISPOSITIVOS DE RESISTENCIA LÍRICA y los incluimos en el programa, entre casi dos centenares de acciones solidarias repartidas por todo el mundo. El primero, CORRIENTE ALTERNA, consiste en una lectura simultánea de un folleto turístico en el que se nos invita a pasar la Navidad en las Islas Canarias y de una noticia de prensa donde se da cuenta de la llegada a sus costas de una patera con 25 inmigrantes muertos. Son cinco minutos de audio sin otra pretensión que desvelar la perversa sintaxis de los media. La sobreinformación produce ruido. Los dramas se pierden dentro de un bocadillo implacable en el que las invitaciones al consumo y las banalidades escapistas generan una modalidad de atención plana.

Como dispositivo complementario, a lo largo de una semana formulamos 500 deseos y los imprimimos sobre papel reciclado. La mañana del 18 de diciembre, Día Internacional del Migrante, y de forma coordinada con los actos de protesta convocados por el Movimiento de Tania Bruguera en New York, ensartamos cada uno de los deseos en una hoja de hiedra y los llevamos a la playa. Deseos que avanzaron mar adentro unos cien metros y que dejamos allí, esperando que el agua los arrastrara de vuelta hacia la costa. Horas más tarde recogimos en nuestro Cuaderno: “Recorremos la orilla con la intención de rescatar del naufragio algunos de nuestros deseos. Medimos el mar. Parecemos salidas de un libro de John Banville. Nos gustaría haber salido de una epopeya de Brecht: “en política no hay mucha alternativa, o se es sujeto o se es objeto.” De más está decir lo que el poder prefiere, cualquiera que sea la forma de poder. Muy cerca del pantalán aparecen algunos de los deseos. Desplegados, deshechos, casi ilegibles. Metáforas de roturas y discontinuidad. Los hay que permanecen aún a bordo de la hoja en la que han surcado este mar. Eternamente el mar.

Por los tambores de África, por la luna

Nupcial de [ilegible] y por [ilegible]

Por la estampa desnuda y [ilegible] de sangre

Por el florín satisfecho en las aduanas

Y la alternancia azul [ilegible]

Para [ilegible] Ayo y Andwele.”