De todo lo que existe en el universo únicamente podemos ver un 5%. El resto son materia y energía oscuras. Los constructos mentales sobre los que descansa nuestro conocimiento del cosmos se parecen a los de un profesor de música que tuviera que escribir acerca de una sinfonía de la que únicamente puede escuchar una nota de cada veinte. Los modelos se relevan y desplazan consigo nuestras visiones del mundo. Afirmar, negar, son gestos provisionales que proceden de una información fragmentaria acerca de la naturaleza. Descripciones funcionales, e internamente coherentes, que, sin embargo, ignoran la mayor parte. Siempre hay piezas sueltas, zonas der opacidad,  volúmenes sin encajar.

Este proyecto “describe” el 5% de lo que vemos a través de un registro realista, si entendemos por realidad aquella que nuestros ojos y nuestras cámaras capturan.  Nunca sabremos si se trata de una mera proyección mental. Si nuestros ojos fueran distintos, si miráramos el mundo desde el punto de vista de un águila o una hormiga, nuestras descripciones de la realidad serían, también, diferentes, lo que no revela otra cosa que la parcialidad de nuestras posiciones. No vemos la danza de las partículas que, sin embargo, nos constituyen. Ni la forma en la que las redes de interacciones que forman nuestro cuerpo y nuestra conciencia se integran en una misteriosa hilatura que desborda nuestros límites. No podemos imaginar qué hay más allá del universo conocido, aunque nos fascine la conjetura de que él mismo sea, en su fabulosa extensión,  una mínima porción de un universo más amplio. Una compleja maquinaria perdida en el seno de un mecanismo de una complejidad inconcebible.

¿Qué vemos, en realidad, cuando miramos? Nuestros ojos ponen el acento en una parte mínima dentro de ese humilde fragmento de lo que les es dado ver. Somos sensibles al detalle que informa un punctum. Aquello que nos “hiere” y que entra en resonancia con nuestros acordes biográficos: un nuevo abismo que estamos lejos de haber explorado en el magnífico espesor de los detalles. Un universo oscuro dentro de un universo oscuro.

Enfocamos una parte. El resto de la toma se desdibuja y centra nuestra atención en esa nota perdida en la eterna sinfonía de las formas y las sustancias. Esa parte nos convoca. Parece atravesada por un pathos misterioso.

Sabemos que el pathos –compasión y temor- nace de una emoción preconsciente que pone al lado, que com-pone, lo que vemos y lo que ignoramos de la infinita realidad.